Leyendo esta entrada sobre narraciones de viajes en el tiempo, que casi siempre tienen paradojas, salió el viaje séptimo de Ion Tichy, donde el protagonista está solo pero necesita ayuda para una tarea, así que aprovecha un accidente espacio temporal para ayudarse a sí mismo... aunque con dificultades de comunicación. (Aquí el cuento, aquí unos comentarios con semi-spoilers, y - esas cosas de Libro de Notas- una relación de Ángel González con el Electrobardo de Trurl).
Este verano ví un flash point-and-click que requería similar comportamiento colaborativo conmigo mismo trasladado en el tiempo. En cada iteración del bucle temporal había un puntero más, y todos iban en bandada revoloteando por cada fase superando las pruebas demostrando una habilidad que era más que la suma de la de las flechitas individuales. (Ahora no lo encuentro, pero de plataformas-puzzle con traslaciones temporales están este y este. El segundo está mejor porque respeta automáticamente el Principio de autoconsistencia de Novikov)
El caso es que había una película que de pequeño nos pusieron en el colegio para enseñarnos lo que es un canon. Recordaba a un señor con sombrero, unos dados bailando... y poco más. La wikipedia siempre pronta nos da:
canon (1964) Norman McLaren