La editorial siruela (uy, perdon, quise decir esto) publica delicatessens para pedantes. La colección biblioteca de ensayo es (relativamente) asequible y tiene auténticas gemas, como los estudios de Goethe sobre la gramática de las plantas, o las charlas de Steiner sobre la cultura libre de contexto. (Aunque algunos títulos más que gemas parecen peñazos de interés sólo para el geólogo. Pero qué voy a decir yo, que disfruto de la ganga y de la mena).
El novelista japonés Junichiro Tanizaki publica en esta colección Elogio de la sombra, título muy adecuado al párrafo que citaré. Es un libro sobre arquitectura y decoración de casas tradicionales japonesas. Después de describir los problemas que tuvo en su casa para armonizar las esteras, el teléfono, los shoji (tabiques móviles de papel de arroz) y los enchufes, habla de un importante elemento estético y arquitectónico.
Siempre que en algún monasterio de Kyito o de Nara me indican el camino de los retretes, construidos a la manera de antaño, semioscuros y sin embargo de una limpieza meticulosa, experimento intensamente la extraordinaria calidad de la arquitectura japonesa. Un pabellón de té es un lugar encantador, lo admito, pero lo que sí está verdaderamente concebido para la paz de espíritu son los retretes de estilo japonés. Siempre apartados del edifidio principal, están emplazados al abrigo de un bosquecillo de donde nos llega un olor a verdor y a musgo; después de haber atravesado para llegar una galeria cubierta, agachado en la penumbra, bañado por la suave luz de los shoji y absorto en tus ensoñaciones, al contemplar el espectáculo del jardín que se despliega desde la ventana, experimentas una emoción imposible de describir.
El maestro Soseki, al parecer, contaba entre los grandes placeres de la existencia el hecho de ir a obrar cada mañana, precisando que era una satisfaccion de tipo esencialmente fisiológico; pues bien, para apreciar plenamente este placer no hay lugar más adecuado que esos retretes de estilo japonés desde donde, al amparo de las sencillas paredes de superficies lisas, puedes contemplar el azul del cielo y el verdor del follaje [...]
En verdad tales lugares armonizan con el canto de los insectos, el gorjeo de los pájaros y las noches de luna; es el mejor lugar para gozar de la punzante melancolía de las cosas en cada una de las cuatro estaciones, y los antiguos poetas de haiku han debido encontrar en ellos innumerables temas.
Y me dije: seguro que esto le gusta a Juan.
Hiperreferencias:
Sitio de haikus (los hay de Borges y Benedetti). Me gusta el diseño, que un javascript te los escancia para que no te los bebas todos de un trago visual.
La famosa disrupción la ingle y Dios, que ahora no recuerdo si es de amanece que no es poco. No debe ser porque recuerdo que el profesor que ponía el examen era Tip, y salía Gracita haciendo de monja (¿o me lo he soñado? una busqueda rápida da una mexcla de grupos de rock lisérgico y paginas de autoayuda de cristianos renacidos del Reader's Digest. Una singularidad espacio-tiempo-semántica de la que huyo aterrado)
La Escatología es la rama de la Teología que se ocupa del destino último del Hombre y del Universo. (como Galactus). Supongo que ha pasado a relacionarse con la mierda porque en griego scotos es oscuro, como marrón, pero desde luego encaja con una visión posmoderna de la Vida (quiero decir, de las cosas). Lo buscaré cuando tenga tiempo, que ahora me voy a clase.
Discusión entre dos viejos oida al pasear por Almendralejo: "Tú, tú te estás siempre quejando. Tú no estas contento ni cuando la oyes caer en el vate"
Escrito por juanlu a las 17 de Noviembre 2004 a las 09:08 PMCualquiera pensará que los de Almendralejo no pensamos en otra cosa que en jiña
Escrito por juancho a las 1 de Diciembre 2004 a las 02:09 PM